lunes, 4 de septiembre de 2017

Cinturilla para imagen de Dolorosa. Colección particular. Año 2017

Se trata de un diseño de cinturilla para la imagen mariana venerada en el hogar de la familia Núñez Canales, de Puertollano, bajo la advocación de Ntra. Sra. de la Esperanza en su Amor y Sacrificio. 

domingo, 23 de abril de 2017

"Era una Señora que brillaba más que el sol": Centenario de Fátima. Iconografía de los sellos de la candelería de la Virgen Mediadora. Año 2017



 Como cada año he ideado y dibujado para mi Hermandad de la Mediadora el programa iconográfico que embellece las “marías” y toda la candelería de nuestra Sagrada Titular. Este año, con motivo del centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima, versa sobre la presencia real de nuestra Madre a tres pequeños y humildes pastores en la Cova de Iría de dicha localidad portuguesa, desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre de 1917. Cien años desde estos milagrosos acontecimientos en los que la Virgen pidió a la humanidad, sirviéndose de pureza de estos niños, la reconciliación  con Dios, mediante la oración, la valentía en la defensa de la fe y la penitencia.

En una Portugal rural, pobre y alejada, con total ausencia de conocimiento teológico o histórico sobre el mundo, la Iglesia o aún sobre la propia existencia del Papa, la Virgen María elige almas pobres para resaltar la magnitud de su presencia, buscando solo pureza y humildad. Así elige a tres pastorcitos: dos hermanos de 9 y 7 años, Francisco y Jacinta Marto, y su prima de 10 años, Lucia Dos Santos.

Los tres niños aparecen sirviendo de marco a nuestra Mediadora, contemplándola en actitud caminante, como todos debemos peregrinar hacia el cielo teniéndola a Ella como estrella que nos conduce al Señor. A la izquierda de la imagen aparece Lucía, y a su derecha los hermanos Francisco y Jacinta, beatificados por San Juan Pablo II en el año 2000, y que serán canonizados este año del centenario. Fue un rayo lo que les sorprendió ese 13 de mayo. Después ven sobre una encina a una Señora resplandeciente. La luz celestial que de Ella emerge alumbra a Lucía y envuelve a los dos hermanos, como símbolo de que pronto partirían hacia el cielo.



Con anterioridad, en la primavera de 1916 los pastorcitos habían tenido, mientras cuidaban a sus ovejas, la aparición de un Ángel, que se presentó como el Ángel de La Paz, y les enseñó a orar, a hacer penitencia y a comulgar adecuadamente. Les pide que repitan con él: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman”. Se les apareció envuelto en una luz “más blanca que la nieve”, bajo la apariencia de un joven de unos 14 años, transparente. Luego se les mostró dos veces más, les enseñó el resto de la oración, dándole la Eucaristía a Lucía (que ya había recibido la Primera Comunión) y de beber el Cáliz a Jacinta y Francisco.

Así se representa en la primera cartela de la izquierda, en la actitud que narra Lucía: “Estando allí apareció por tercera vez, teniendo en sus manos un Cáliz, sobre el cual estaba suspendida una Hostia, de la cual caían gotas de sangre al Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspensos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración”. A partir de esta experiencia, los niños empezaron una activa vida de oración, de penitencia y sacrificios en expiación de los pecados del mundo.



En la segunda aparición de la Virgen el miércoles 13 de junio, se establece la devoción al Inmaculado Corazón de María. Como narra Lucía “En ese momento abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, y que quería reparación”. Así aparece en la segunda cartela el Corazón Inmaculado de nuestra Señora rodeado por la corona de espinas.



Durante la sexta aparición de la Virgen, el sábado 13 de octubre, tiene lugar el milagro del sol, tal como se representa en la quinta cartela. El relato de Lucía deja claro como se había congregado una multitud, unas 70.000 personas, bajo una lluvia torrencial. Ni el barro de los caminos impidieron a la gente arrodillarse en actitud humilde y suplicante. Y abriendo sus manos la Virgen, las hizo reflejar en el sol y, en cuanto se elevaba su cuerpo, continuaba el brillo de su propia luz proyectándose en el sol.

En este punto, exclamó Lucía que todos mirasen al sol. Se da entonces el milagro, prometido tres meses antes, como prueba de la verdad de las apariciones de Fátima. La lluvia cesa y el sol por tres veces gira sobre si mismo, lanzando a todos los lados fajas de luz de variados colores. Parece a cierta altura desprenderse del firmamento y caer sobre la muchedumbre. Todos están atónitos. Los periodistas que habían acudido incrédulos a desprestigiar los apariciones, tomaron fotos y dieron testimonio de aquel milagro en la prensa. Al cabo de 10 minutos de prodigio el sol toma su estado normal.



Por último representamos la llamada Capilla de las Apariciones, en el lugar exacto donde se levantaba la encina donde se posaba la Virgen. Fue construida por petición de la Madre de Dios. Destruido este pequeño templo por una bomba puesta por los enemigos de la fe en 1928, fue de nuevo construido y se conserva en la actualidad dentro del gran recinto donde se encuentra la basílica, realizada en los años cincuenta, y la enorme explanada congregacional, que fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús.



Estos seis motivos aparecen en sendas cartelas en las que destacan la corona de la Virgen que donaron las mujeres de Portugal y que luce la imagen todos los días 12 y 13 del año. Lleva incrustada a modo de exvoto la bala que donó San Juan Pablo II tras recuperarse del atentado que sufrió en Roma el 13 de mayo de 1981. Las guirnaldas de flores que le sirven de pabellón, simbolizan las que trenzaron las vecinas de Fátima para que la Virgen posará sus pies en su última aparición, tal como relata en su libro “Era una señora más brillante que el sol” el sacerdote Joao de Marchi

Para la primera tanda de candeleros hemos escogido la corona de la torre que se yergue en la fachada de la basílica de Fátima. De esta presea que simboliza la realeza de María, surge el orbe donde se eleva una esbelta cruz. Son símbolos de la mediación mariana para llegar a Cristo, nuestro Redentor.

Son complejos los mensajes que nos ofrece la Virgen en Fátima, los llamados secretos, ya desvelados por el Vaticano. Nos centramos en dos imperativos que nos hace María: “No tengáis miedo” y “Rezad el rosario”. Estas leyendas aparecen sobre las velas de los faroles delanteros, como queriendo decir a los fieles que nos acerquemos confiados a la Madre del Redentor, que no tengamos nunca miedo en proclamar y defender nuestra fe, y más en los tiempos que corren de laicismo emergente y de falta de respeto a los cristianos. Nos pide la Virgen oración, para un mayor acercamiento a Dios, para conseguir la reconciliación con el Padre, para solicitar la conversión de los incrédulos y para alcanzar la paz tan necesaria. La que es Reina de todo lo creado y Mediadora nuestra, está siempre atenta a nuestros ruegos “ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.